miércoles, 29 de septiembre de 2010

Boletín Revocables Nº10 - Lunes 23 de agosto de 2010

Crítica a la Fundamentación
de la Metafísica de las Costumbres
Sobre la selección interna de Ayudantes para la cátedra de Metafísica y sus condiciones políticas.



Sepan que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
Mateo 22, 14.

«Se oculta la injusticia de la ley que estructura la constitución jurídica misma tanto de la UBA como de la FFyL, y el modo en que opera el inmenso aparato de autolegitimación interna y externa que la sostiene. Más claramente, los concursos funcionan como instancias de legitimación en la medida en que proveen de un paraguas legal a relaciones de fuerza francamente desfavorables para quienes no están abonados a la rosca académica: quien no se deja apadrinar por alguna de las facciones enquistadas en el poder, se jode.»
Quebrar la triple ilusión: sobre rentas, concursos y excelencia académica (Apuntes sobre las condiciones políticas de la producción y reproducción académicas), volante publicado en 2004 por integrantes de la Comisión de Filosofía, la revista Dialéktica y la revista Acontecimiento.


«Para muchxs, tal vez no haya nada cuestionable en esto, ya que la carrera cumpliría de este modo con su función (formar expertxs). Nuevamente, se trata de ver las cosas desde una perspectiva distinta: ¿cómo funciona este aparato de formación?, ¿cómo se produce a lxs graduadxs, lxs expertxs?, ¿qué más se produce con ellxs y a través de ellxs? Queremos sugerir que, en todo este proceso, de manera silenciosa y persistente, se lleva a cabo una tarea enorme: la desconexión de lxs estudiantes respecto de cualquier inquietud o problemática extra-académica que pudiera motivar en nosotrxs un pensar distinto, propio, original. Se impugna cualquier pensar que no responda a los contenidos y los parámetros académicos. Formar expertxs significa, ante todo, producir intelectuales a través de la transmisión/acumulación de saberes legitimados; por eso, los mecanismos de selección de docentes y ayudantes de cátedra están diseñados justamente para seleccionar en lo posible a lxs más dóciles, a lxs mejor adaptadxs, reforzando así el proceso de formación y su continuidad. De este modo, se puede ejercer un control sobre la producción y circulación de los saberes (tarea fundamental para todas las máquinas sociales de formación), pero también, y sobre todo, se puede ocultar la dimensión política de esa tarea, presentando al espacio académico como políticamente neutral, regido por los valores de la objetividad y la excelencia. El reglamento, digámoslo, es un mecanismo que cumple esta función, sirve a esta estrategia general; introduce condiciones de igualdad, sí, pero en el mismo movimiento en que refuerza la disciplina que impone como naturales ciertos paradigmas teóricos y ciertos ‹modos de hacer› filosofía.»
«Cómo se produce un ayudante de cátedra», en Bitácora de viaje, Comisión de Filosofía, 2003. [Conseguilo en la caja «Filosofía Debate», que está en Publicaciones del CEFyL, o en la fotocopiadora El Arca (frente a la Facultad), en la caja Revocables...]












Crítica a la fundamentación de la metafísica de las costumbres
Sobre la selección interna de Metafísica y sus condiciones políticas


…y el resultado escueto [es] simplemente
el cadáver que la tendencia deja tras sí.
Hegel, Fenomenología del Espíritu.




De las costumbres

Según el Estatuto Universitario (1960), el acceso a cargos docentes en la UBA debería realizarse mediante concursos regulares avalados por el Consejo Superior. Esto suele mantenerse para el caso de los miembros del claustro de Profesores. Pero para el caso de los Auxiliares (JTP y ayudantes primeros, que pertenecen al claustro de Graduados; y ayudantes segundos, que pertenecen al claustro de Estudiantes) el Estatuto habilita otra vía: «En las Facultades con estructura departamental pueden ser designados con la sola mención del departamento y luego asignados a los profesores con quienes deberán colaborar, sobre la base de la reglamentación que dicte cada Facultad» (Art. 65). De esta manera y como los concursos regulares demoran muchos años en sustanciarse, en cada Facultad se procede a la creación de nuevos cargos (por aumento de la matrícula estudiantil) y/o a la ocupación de cargos que han quedado vacantes (por renuncia, viaje, fallecimiento, etc.) mediante dos tipos de procedimiento: la designación «a dedo» o la selección interina.
La designación «a dedo» consiste simplemente en que el Profesor (Titular, Asociado o Adjunto) de una cátedra elige a una persona (o a varias) para integrar la planta docente, se eleva el pedido a la Junta Departamental, ésta lo eleva al Consejo Directivo y éste aprueba o no aprueba según simpatías o antipatías políticas. La selección interina es un remedo de concurso que, al ampliar la base del consenso a los diez miembros de la Junta Departamental (además del Profesor que pretende incorporar ayudantes a su cátedra), pretende ser (a) un instrumento de designación más democrático que la designación «a dedo» y (b) una solución transitoria mientras se sustancian los concursos regulares. Pero no es ni una cosa ni la otra, lo cual se prueba doblemente porque: (a) todos las selecciones interinas realizadas en Filosofía exhiben que basta una mayoría afín en la JD para reproducir la designación «a dedo» y (b) lo que se presenta como «instancia transitoria» afecta al 70% (setenta por ciento) de la planta docente de Filosofía. En otras palabras: las selecciones interinas no sólo refuerzan el toma y daca de favores políticos en la JD, sino que además establecen como «normalidad» la creciente precarización de los trabajadores, ya que ni proveen derechos laborales ni garantizan la permanencia en los cargos por más de un año.
Esto no es sólo resultado del azar sino de fuerzas en lucha. Si, como dice Foucault, «la genealogía es la historia en tanto que carnaval concertado», entonces veamos cómo fue concertado este tristísimo carnaval.
La costumbre de seleccionar interinamente desplazó a la costumbre de designar a dedo cuando se aprobó el «Reglamento para Selección Interna de Aspirantes a Ayudantes Segundos/as», elaborado principalmente por los graduados y la mayoría estudiantil en la JD durante el primer cuatrimestre de 2001.
La sanción de este reglamento podría valorarse positivamente, ya que con él se introduce una normativa en un procedimiento que hasta entonces no estaba reglado y, de este modo, se restringirían o eliminarían sus posibles arbitrariedades. Así, la selección de ayudantes pasaría entonces a resolverse a través de un cómputo definido por criterios objetivos e independientes del sospechoso juicio subjetivo y parcial del soberano Profesor.
Pero esta aparente limitación del poder feudal de los Profesores debería ser contemplada en el cuadro más amplio que integra a los beneficiarios de la nueva reglamentación: el claustro de graduados en ascenso y la casta estudiantil que pretende incorporarse al claustro de graduados. Porque al no sustanciarse los concursos regulares, los Profesores quedan atornillados a sus cargos mientras los Graduados se convierten en doctores pero no pueden saltar al claustro superior. Por eso los Graduados se dedican a acumular poder incorporando acólitos y esbirros que trabajan bajo su tutela (práctica que los Profesores formados en otro paradigma académico no saben ejercitar con destreza), mientras esperan que los Profesores se jubilen o mueran. Si se nos permitiera una grosera analogía, diríamos que ese reglamento fue la «Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano» (1789) dispuesta para limitar potestades feudales y habilitar el acceso al poder de nuevos actores, permitiendo a cierta capa de graduados y estudiantes ocupar lugares que antes eran propiedad del Profesor. No casualmente la tendencia política que preparó aquel primer reglamento para selecciones interinas es la misma que hoy ostenta el mayor poder en la carrera de Filosofía: el Grupo Acción Filosófica (GAF) y sus acólitos estudiantiles de turno (hoy el Grupo Póiesis, ayer Rizoma, Prima Facie, La Sartre…). Ya veremos, en el apartado «A la fundamentación», cómo el condenado reglamento puede procurar esta acumulación de poder.
Por lo pronto, lo que nos interesa destacar aquí a propósito de la costumbre de seleccionar interinamente es que aquel primer reglamento y sus versiones subsiguientes comparten dos presupuestos incuestionados: (i) la igualdad de los aspirantes ante la ley del reglamento y (ii) la objetividad en el procedimiento de asignación de puntaje. (i) A esa presupuesta igualdad formal respondemos denunciando la efectiva desigualdad real sobre la que se sostiene la ley. Retomemos nuestra grosera analogía para decir que la siguiente cita de Marx pareciera estar hablando de la selección interina de Metafísica, siempre que cambiemos «Estado político» por «Estado» a secas, «comunidad política» por «comunidad académica» y «sociedad civil» por «sociedad» a secas:

Donde el Estado político ha llegado a su verdadera formación, el hombre lleva,
no sólo en el pensamiento y en la conciencia, sino en la realidad, en la vida
misma, una doble vida, una celestial y otra terrenal: la vida en la comunidad
política en la que se integra como ser colectivo, y la vida en la sociedad civil,
donde obra como particular, ve en los demás simples medios, se rebaja a sí mismo
al papel de simple medio de los otros y se convierte en juguete de fuerzas extrañas.1

La fe en el reglamento de la Junta es la convicción religiosa en la igualdad de derecho y, a la vez, es un olvido necesario de la desigualdad de hecho que condiciona las posibilidades de acceso de los «aspirantes».
(ii) Por su parte, a aquella presupuesta objetividad en el procedimiento de evaluación respondemos explicitando la valoración de la que procede el valor del puntaje numérico. Porque, como dice Deleuze leyendo a Nietzsche:

Las valoraciones, referidas a su elemento, no son valores, sino modos de existencia
de los que juzgan y valoran, sirviendo precisamente de principios a los valores en
relación a los cuales juzgan. Esta es la razón por la que tenemos siempre las
creencias, los sentimientos y los pensamientos que merecemos en función de
nuestro modo de ser o de nuestro estilo de vida.2

Con el presente boletín convocamos a debatir esos presupuestos incuestionados y a discutir «nuestro modo de ser» (Deleuze), nuestra «doble vida» (Marx), en la carrera de Filosofía. Y nos proponemos también explicar por qué, para nosotros, ese nuevo reglamento para selecciones interinas no es un avance de la democracia en el ámbito institucional, sino el avance de una cierta lógica institucional, para nada democrática, fundada en los valores de la igualdad de derecho y la objetividad del número.


De la metafísica

El escándalo desatado en torno a la selección interina de ayudantes para las cátedras de Metafísica «A» (cuyo Prof. Titular es Daniel Brauer y cuya Prof. Adjunta es Mónica Cragnolini) y «B» (cuyo Prof. Titular fue Eduardo Rabossi, hasta que falleció, y cuya Prof. Adjunta es  Diana Pérez) nos permite ilustrar con un ejemplo nuestra caracterización general.
Aclaramos, por si hace falta, que el ejemplo no agota nuestra caracterización general, sino que es de otro orden. Lo que caracterizamos en general es relativamente independiente de las personas empíricas que en tal o cual caso efectúan las instituciones que cuestionamos. O sea, lo que decimos vale no sólo para esta selección de Metafísica, no sólo para la carrera de Filosofía, no sólo para la Facultad de Filosofía y Letras, no sólo para la UBA y ni siquiera vale sólo para la universidad aquí y en cualquier parte del mundo. Formulamos el problema en términos de cómo se organiza la producción. Tal como afirmamos en nuestro informe de veedor (que es de público conocimiento) a propósito de esta selección interina:

así como declaramos que democratizar la universidad no es simplemente tener un
poco más de representación, no es simplemente llegar a votar directores de carrera,
no es simplemente poder elegir entre la cátedra roja y la cátedra negra, sino que es
fundamentalmente hacernos cargo de la organización de la producción nosotros
mismos, así también declaramos que una comisión evaluadora (jurado o tribunal)
no cambia su naturaleza burguesa porque se componga de igual cantidad de
miembros de los tres claustros, o de una mayoría de miembros de uno de los tres
claustros (profesores, graduados, estudiantes), o exclusivamente de miembros de
uno solo de esos claustros (sea cual fuere). No creemos en ningún tipo de arbitraje
ideal. Por lo tanto, no creemos en ningún tipo de arbitraje ideal para la designación
de auxiliares docentes: ni en los concursos regulares ni en las selecciones interinas.
Asimismo deploramos las designaciones «a dedo». La existencia de comisiones
evaluadoras (jurados o tribunales) y designaciones «a dedo» pone de manifiesto
que la producción de conocimiento no es dirigida por los propios productores
sino por una parte que se presenta como si fuera neutral y como si estuviera
separada del proceso de producción.

Claro que no perdemos de vista que hay subjetividades sin las cuales no habría instituciones. Por eso nos detenemos en el caso de Metafísica.
La selección interina de Metafísica fue y es la puerta de acceso a la planta docente para tres graduados y dos estudiantes. Se postularon en total 38 aspirantes para estos 5 cargos. Semejante proporción parece invitar a una «guerra de todos contra todos». Pero la contienda no se da entre individuos particulares, sino entre «camarillas». Las camarillas, que agrupan miembros de los tres claustros según acuerdos ideológicos y redes clientelares, configuran los mecanismos de control sobre nombramientos, rentas, concursos, investigaciones, becas, posgrados, publicaciones en todos los niveles, etc. Es decir, las camarillas controlan los aspectos fundamentales de la «carrera académica», aspectos que funcionan como moneda de cambio que permite la acumulación de poder, el canje de favores y el tejido de alianzas. Dicho esto podemos aclarar los tantos y afirmar que a la selección interina de Metafísica se presentaron tres camarillas o tendencias políticas: la encabezada por Samuel Cabanchik y representada por Bernardo Ainbinder; la organizada a partir del GAF y representada por Diana Pérez y el Grupo Póiesis; y la encabezada por Mónica Cragnolini, quien fue excluida de la comisión evaluadora mediante una maniobra grande como una casa. Maniobra a la que Cragnolini respondió con un cinismo proporcional, pidiendo meter «por la ventana» a Hernán Candiloro y Evelyn Galiazo, retrotrayendo así la selección interina a su esencia desnuda: la designación «a dedo». Al parecer, todos los involucrados en este escándalo entendieron mal el concepto nietzscheano de Voluntad de poder, pues sus modos de pensar y sus modos de vivir están orientados por una clara voluntad de dominio. Los dictámenes de la comisión evaluadora integrada por los Profesores D. Brauer y D. Pérez, los Graduados B. Ainbinder y E. Zerbudis, los Estudiantes P. Nesprías y L. Lutereau, confirman lo que decimos, ya que los ganadores trabajan en la órbita de las camarillas representadas:

- Axel Cherniavsky (que investiga bajo tutela de Brauer) viene de la línea Cabanchik.
- Sergio Barberis (que investiga bajo tutela de Liza Skidelsky) viene de la línea GAF.
- Hernán Pringe (quien, según declaró en off la comisión evaluadora, está tan sobrecalificado que debería ser Adjunto) no era esperado y casi se lo deja por debajo de Cherniavsky en el orden de mérito.
- Guillermo Bialakowsky (que investiga bajo tutela de Brauer) entró, según conjeturamos, por canje de favores con Brauer («único Prof. Titular Regular Ordinario de la materia»): de no haber participado Pringe, habrían ingresado 4 del GAF/Cabanchik y 1 de Brauer.
- Federico Burdman (que investiga bajo tutela de Pérez) viene de la línea GAF y se inscribió a la selección sin tener aprobada la materia objeto de la selección (Burdman fue Secretario Administrativo del Dto., así que resulta curioso que haya omitido leer el primer punto del reglamento). Incluso tenía aprobada Problemas Especiales de Metafísica (adivinen qué cátedra: Pérez) sin haber aprobado Metafísica, transgrediendo una de las pocas correlatividades que existen en la carrera.

Ahora bien, al final del dictamen relativo a la selección de ayudantes segundos se lee: «Dados el elevado puntaje de los aspirantes en tercer y cuarto lugar en el orden de mérito y la escasa diferencia con quienes obtuvieron los dos primeros puestos, el jurado deja constancia de que los mismos cuentan con sobrados méritos para el cargo de objeto de esta selección y sugiere la posibilidad de que tales aspirantes sean tenidos en cuenta en el caso de ser necesario ampliar el cuerpo docente de la materia». ¿Quiénes quedaron tercero y cuarto en el orden de mérito?

- Jorge Roggero (que investiga bajo tutela de Cano) viene de la línea Cragnolini, quedó tercero y probablemente ignoraba, como les ocurrió a casi todos los estudiantes que venían de esa línea, que los graduados de la línea Cragnolini (G. Balcarce, N. Billi, H. Candiloro, V. Cano, S. Chun, E. Galiazo) habían hecho pública una carta en la que consideraban «viciada de nulidad» a esta selección interina y declaraban retirarse como forma de protesta. Esta incomunicación entre quienes pertenecen a una misma tendencia teórico-política dentro de la carrera sólo se explica por haber asumido que la división por claustros expresa la distancia ontológica de la degradación creciente Profesores/Graduados/Estudiantes/Sombras e imágenes.
- Alejandro Boverio (que investiga bajo tutela de Cabanchik) viene de la línea Cabanchik, fundó el Grupo Póiesis, cobró una beca estudiantil siendo graduado (ver Boletín Revocables… Nº 9), es asesor del Senador Cabanchik, entró a la cátedra de Fundamentos de Filosofía mediante un concurso para estudiantes siendo Boverio graduado (por eso, aunque ganó un cargo de ayudante segundo, trabaja como ayudante primero) y quedó cuarto en el orden de mérito. Este cuarto lugar explica aquella cita del dictamen que transcribimos arriba.





Los seis miembros de la comisión evaluadora y el aspirante de turno se disponen a ingresar al Salón de la Justicia.



Y qué decir de «las cartas de Metafísica» que circularon vía mail y que se acumulan aun mientras escribimos este boletín: la carta de Brauer enviada desde Berlín, las cartas de Cragnolini, la respuesta de Cassini, etc. Más allá de nuestras simpatías o antipatías por unas u otros, queremos decir que toda esa correspondencia expresa su conformidad con un estado de cosas del que señalaremos sólo dos dimensiones:

1. La estructura de cátedra. Todas las cartas que circularon asumen como natural este tipo de organización del conocimiento doblemente jerarquizada: según cargo (Titular, Asociado, Adjunto, JTP, Ayudante de 1º y 2º, Adscripto) y según «dedicación» (exclusiva, semi-exclusiva, simple; para no mencionar la categoría «ad honorem»). La estructura de cátedra expresa un tipo de relación de poder basada en la reducción del conocimiento a los estrechos márgenes del saber considerado «académico» o «científico», es decir, a un tipo de saber pasible de ser traducido en cantidades acumulables (cargos, títulos, posgrados, congresos, experiencia docente, publicaciones, becas, proyectos de investigación, etc.). Esta restringida concepción acerca del conocimiento es el fundamento del poder/saber descendente que preside todas las instancias universitarias, tanto las de gobierno como las de cursada: el poder/saber, concentrado en una cúspide –de autoridad política, de remuneración salarial y de prestigio académico–, se ejerce sobre una extensa base constituida por quienes son considerados «desposeídos» de ese poder/saber: los estudiantes. De esta concepción jerárquica de la producción de conocimiento deriva la defensa de las «cátedras paralelas», también presente en la correspondencia que estamos comentando bajo las fórmulas «tres profesores, tres programas, tres materias, tres dictados diferentes, dos cátedras de Metafísica y no tres», etc. Así se produce filosofía en la carrera: no hay debate de ideas. Ante una divergencia teórico-política se coloca el paradigma divergente en el carril paralelo, eludiendo así el diálogo crítico en torno a las concepciones divergentes. Cada parcela del conocimiento académico se mantiene bien delimitada (cátedras «A», «B», «C»…), como las marcas de un mismo producto en las góndolas del supermercado.

2. El ideal de justicia. En las cartas abunda, implícita y explícitamente, un planteo de la disputa en términos de un ideal de justicia, tanto en relación a las comisiones evaluadoras (Jurados) como en relación a los órganos de gobiernos (Junta, Consejo). Esto nos recordó ciertos debates protagonizados por Foucault. Uno, de 1972, con un grupo de maoístas. Allí Foucault decía algo que nos parece pertinente para pensar la naturaleza de un jurado o comisión evaluadora:

El tribunal reconstruye una especie de división del trabajo. Están los que juzgan –
o que simulan juzgar– con toda serenidad, sin estar implicados. Esto refuerza la
idea de que, para que una justicia sea justa, es preciso que sea administrada por
alguien que se mantenga fuera, por un intelectual, un especialista de la idealidad.3

No hay neutralidad ni objetividad ni desinterés en una comisión evaluadora. El «especialista de la idealidad» es siempre un funcionario del orden establecido. La justicia es un instrumento del poder dominante. Lo cual nos lleva al otro debate que recordamos, de 1971. Allí Foucault le dice a Noam Chomsky:

Si le parece bien, voy a ser un poco nietzscheano al respecto: me parece que la idea
de justicia en sí es una idea que ha sido inventada y puesta a funcionar en diferentes
tipos de sociedades como instrumento de cierto poder político y económico, o
como un arma contra ese poder. Pero creo que, en todo caso, el concepto mismo
de justicia funciona dentro de una sociedad de clases como una demanda de la
clase oprimida y como justificación de la misma. Y en una sociedad sin clases, no
estoy seguro de que siguiéramos utilizando esta noción de justicia. 4

Parafraseando la cita, nosotros diríamos: en una sociedad sin claustros, no estamos seguros de que siguiéramos utilizando esta noción de justicia que aparece en las cartas de Metafísica.


A la fundamentación

Nos preguntamos al comienzo cómo el mísero reglamento de una no menos mísera Junta Departamental puede procurar acumulación de poder político. Veamos un reglamento en su versión más edulcorada y efectiva: comisión evaluadora tripartita igualitaria con dos miembros de cada claustro (dos profesores, dos graduados, dos estudiantes). Nos ocuparemos del «Reglamento para Selección Interna de Aspirantes a Ayudantes Segundos/as» porque se dirige al «semillero» estudiantil, pero se entenderá que el blanco de nuestras críticas no se circunscribe a ese reglamento en particular.
El reglamento establece ciertas condiciones básicas para la inscripción de aspirantes al concurso:

1) CONDICIONES DE INSCRIPCION
a) Tener aprobado
i) el porcentaje estipulado por el Consejo Directivo de materias del plan de estudios vigente.
ii) la materia objeto de la selección interna.
iii) la/s materia/s Problemas Especiales I/II correspondiente/s, o su equivalente, o un seminario del área en reemplazo de alguna de esas materias.



Estas condiciones parecen razonables o «naturales», ya que presentan la tendencia a laespecialización del graduado. Sin embargo, aquí ya se ha puesto en marcha el mecanismo de selección, en consonancia con la tendencia social a la especialización estupidizante, que produce profesionales dóciles, técnicos en «recursos humanos»,5 recicladores de papers, expertos burócratas al servicio del poder de turno. Por este camino, cuando un estudiante decide qué materias cursar y qué orientación seguir, está decidiendo cuáles serán sus posibilidades de inserción en la academia. Según esas condiciones que parecían razonables o naturales, los mejores aspirantes serán quienes más saberes específicos hayan acumulado al momento de la selección.
Veamos el cuadro de asignación de puntos que aparece en el reglamento (remitimos al lector a www.revocables.com.ar para bajar el reglamento completo). Una compleja aritmética permite dar con el algoritmo del ayudante de cátedra. A través de esa tabla de valores numéricos la selección interina pretende conjurar todo rastro de arbitrariedad, de interés subjetivo y de azar. La tabla mide al aspirante, lo cuantifica con una escala del 1 al 100. Reconozcamos que la arbitrariedad, el interés y el azar no están eliminados, sino desplazados a una instancia anterior a la selección. Esa instancia es el reglamento mismo, cuya formulación responde a cierta concepción del «graduado ideal» que aparece presupuesta y jamás cuestionada. Pero, como dijo Descartes, vayamos por partes.

1) CALIFICACIONES. La tabla valora positivamente el desempeño y el proceso de aprendizaje realizado durante las materias aprobadas por el aspirante. Suena sensato. Pero ocurre que ese desempeño y este proceso se miden por las calificaciones numéricas, y las calificaciones numéricas remiten a la forma institucional del examen:

Vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos un
poder –maestro de escuela, jefe de oficina, médico, psiquiatra, director de prisión–
y que, porque ejerce ese poder tiene la posibilidad no sólo de vigilar, sino también
de constituir un saber sobre aquellos a quienes vigila. Es éste un saber que no se
caracteriza ya por determinar si algo ocurrió o no, sino que ahora trata de verificar
si un individuo se conduce o no como debe, si cumple con las reglas, si progresa
o no, etc.6

Mediante esta preeminente forma de evaluación, las calificaciones son meros indicadores de la conformidad a un «modo de existencia» o «estilo de vida» que poco y nada tienen que ver con un ejercicio crítico y productivo de la filosofía. ¿Qué se valora positivamente entonces? La mayor y mejor adquisición de cierto saber, la mayor y mejor adaptación a cierto hacer. Es decir que EL PROCESO DE SELECCIÓN SE ESTÁ LLEVANDO A CABO AHORA MISMO, EN LAS AULAS; EN CADA MOMENTO, EN CADA MATERIA, TODO CUENTA, porque lo que se mide es «si un individuo se conduce o no como debe, si cumple con las reglas, si progresa o no, etc.».


2) ANTECEDENTES EN INVESTIGACIÓN. La enorme mayoría de los estudiantes no tiene ni la información ni los recursos (simbólicos y materiales) para acceder a becas, adscripciones y proyectos de investigación. Por lo tanto este ítem se dirige a quienes ya están insertos de algún modo en la carrera académica. La selección se realiza entre pre-seleccionados académicamente iguales pero socialmente desiguales. Se trata, como diría Bourdieu, de una elección de los elegidos.

3) PUBLICACIONES Y PARTICIPACIÓN EN CONGRESOS. Aquí se valoran positivamente las publicaciones que reproducen el saber y el hacer legitimados: revistas con referato, compilaciones realizadas por integrantes de la misma camarilla que conforma la comisión evaluadora, actas de reuniones académicas cuyos comités organizadores integran las redes clientelares, etc. Y en cuanto a los congresos, se asigna puntaje en relación proporcional al dinero invertido en la participación: no valen lo mismo unas jornadas en La Matanza que la Bienal de Bariloche. Pertenecer tiene sus privilegios.

4) ANTECEDENTES DOCENTES. Este ítem parece una ironía, ya que relativiza (si no contradice) uno de los considerandos que encabezan el mismo reglamento: «es altamente deseable la incorporación de estudiantes avanzados a las funciones docentes, tanto por lo que eso representa para su formación profesional cuanto por lo que contribuye al mejor desarrollo de las actividades de las cátedras». Si un estudiante se caracteriza precisamente por no haber dado clases en la universidad, entonces resulta curioso que se valore positivamente que el aspirante ya tenga la «formación profesional» que el cargo en juego debería proveerle.

5) CONOCIMIENTO DE IDIOMAS. Este ítem no suma muchos puntos, pero vale la pena señalar que las comisiones evaluadoras valoran más los cursos en el Laboratorio de idiomas que los niveles dictados por el Departamento de Lenguas Modernas. Se argumentará que en «el Lab» se aprende mejor, pero resulta que está arancelado, de manera que se premia a quienes tienen el poder adquisitivo que les permite pagar una cuota mensual.

6) OTROS ANTECEDENTES. Aquí puede llegar a entrar más o menos cualquier cosa, porque no se obtienen muchos puntos. Pero es llamativo que se valoren otros títulos de grado, de manera que cuando se presentan graduados de otras carreras, suman puntos por ser  graduados aspirando a ganar una selección dirigida a estudiantes. Con estos seis ítems, el aspirante puede sumar 45 de los 100 puntos totales. ¿De dónde salen los restantes 55 puntos? De la entrevista. ¿Y con qué criterios se evalúa la entrevista? El reglamento especifica lo siguiente:

Los miembros de la comisión evaluadora en su totalidad deberán entrevistarse con cada uno de los aspirantes, con el objeto de: a) obtener una visión general de su conocimiento sobre los principales campos de estudio que comprende la materia y su inserción en el plan de estudio de  la carrera; b) solicitar a los aspirantes especificaciones sobre sus antecedentes; c) conocer las orientaciones pedagógicas y didácticas que sugiere para el dictado de la materia; d) conocer su proyecto de investigación y formación y sus vinculaciones con la materia en cuestión; e) evaluar el plan de clase presentado por el aspirante; la evaluación de éste se hará teniendo en cuenta los siguientes ítems: (i) criterio empleado para la selección, recorte y presentación de los contenidos correspondientes al tema seleccionado, (ii) conocimiento y comprensión del tema, (iii) virtudes expositivas evidenciadas, (iv) propuesta metodológica (actividades y procedimientos relacionados con la enseñanza del tema en cuestión).

Si bien en la práctica efectiva siempre hay favoritos y las comisiones evaluadoras varían los modos de interpelar al aspirante (con mayor o menor condescendencia), varían el orden de aquello que le requieren (si el aspirante debe exponer al principio, en el medio o al final), varían el tipo de preguntas (si contienen o no la orientación de la respuesta correcta), etc., aquí no pretendemos señalar las imperfecciones del sistema. Pretendemos poner de manifiesto la maquinaria académica que anima al reglamento y al procedimiento que cuestionamos. Maquinaria que, escudada tras los presupuestos de la igualdad ante la ley y la objetividad del número, reproduce el saber disciplinar y la jerarquía política. Maquinaria que invita a confiar en el buen juicio del experto, «especialista de la idealidad», que evaluará según su propia concepción cómo se debe conocer y enseñar la asignatura del caso. ¿Cómo juzgará si no? ¿Cómo podrá imaginar, a través de una charla de veinte minutos, si un aspirante es (será) o no apto para ser ayudante de cátedra?
Como se ve, el proceso de selección definido en este reglamento excede el breve momento del concurso y se vuelve coextensivo a todo el proceso de formación; no tiene mucho sentido distinguirlos. De este modo, queda definido también el sentido general de ese proceso de formación-selección a través del tipo de graduado que se busca fabricar: un especialista portador de cierto bagaje de saberes generales y específicos acumulados (su suelo intelectual), capaz de reproducir en su práctica tanto la forma como el contenido de ese saber académico (a través de clases, ponencias, conferencias, papers...). Así se reduce la filosofía a una ciencia acumulable y a una práctica institucional pautada.
Hoy muchos estudiantes desean acceder a algún espacio académico para proyectar desde allí su formación ulterior y su carrera laboral. Sobre este deseo opera (sigue operando) el procedimiento de selección. A esos estudiantes, entonces, a todos nosotros (puesto que ya estamos siendo seleccionados), nos convoca la tarea de buscar estrategias siempre colectivas que nos permitan alterar y sabotear ese proceso, si es que aún queremos intentar una filosofía distinta, vinculada a problemas y experiencias que, en vez de reforzar el orden establecido, lo pongan en crisis y habiliten alternativas –en sentido emancipatorio– de organización de la vida común.

Crítica

Entendemos que la crítica teórica debe dar paso a la crítica práctica. Revocables… ejercita cotidianamente y a su modo esta crítica práctica: reuniones periódicas cada dos semanas, de carácter público, horizontal, abierto y autoconvocado, que son la única fuente de todo lo que hacemos (desde los boletines y su autofinanciamiento hasta el mandato para el consejero revocable, desde los informes de JD hasta la organización de las pasadas por los cursos, etc.). No tenemos la posta. No nos creemos infalibles. Ejercitamos una manera concreta, aquí y ahora, de actuar políticamente: democracia sin adjetivos. En este sentido, nos importan un bledo los nombres de agrupaciones. Allí donde se efectúe la autoorganización de los productores, la horizontalidad en la toma de decisiones y la revocabilidad de los mandatos se estará actualizando la política que queremos.
Esta es nuestra apuesta. No nos interesa llenar la carrera con un contenido novedoso, actualizado, políticamente correcto o revolucionario. Y no nos interesa porque la carrera de Filosofía no es un recipiente. Tampoco nos interesa arrebatarle la carrera a las camarillas de turno para ponerla al servicio del pueblo o al servicio de los intereses puramente académicos de los estudiantes. Y no nos interesa porque la carrera no es un instrumento. Finalmente, no nos interesa construir organización «por fuera» de la academia, «hacer rancho aparte» con nuestros intereses filosóficos y políticos. Y no nos interesa porque la academia no es un lugar. Ni recipiente, ni instrumento, ni lugar, la academia –y la carrera de Filosofía como su manifestación  cabal– es un determinado modo de construir relaciones sociales. Y las relaciones sociales ni se rellenan (como si fuesen un envase), ni se toman por asalto (como si fuesen una «herramienta de cambio»), ni se ocupan (como si fuesen un espacio físico). Las relaciones sociales se ejercen y se transforman en la inmanencia de esas mismas relaciones. La revolución permanente es una revolución inmanente. No hay «lugar» adónde ir: somos las relaciones sociales que actualizamos. Es más, allí donde vayamos, llevaremos las relaciones sociales que nos constituyen. Y ya que estamos tirando pálidas, digámoslo de una vez por todas: las relaciones sociales que
nos constituyen son relaciones sociales de explotación capitalista. Por eso, para nosotras y nosotros no se trata de hacer «otra» institución educativa (una universidad paralela, una escuela paralela, un Estado paralelo), sino que se trata de subvertir, aquí y ahora, el modo de hacer dominante en términos de producción de conocimiento: el modo de producción académico y sus dispositivos concretos de aplicación, desde los más enormes que nos rodean y nos aplastan hasta los más diminutos que constituyen la tiránica amargura de nuestras vidas diarias.

Revocables...
Minoría estudiantil en la Junta Departamental de Filosofía
de la Universidad de Buenos Aires.
Agosto de 2010.









NOTAS:

1 La cuestión judía, trad. H. B. Delio, Bs. As., Quadrata, 2003, p. 35.
2 Nietzsche y la filosofía, trad. C. Artal, Barcelona, Anagrama, 1986, p. 8.
3 «Sobre la justicia popular (Debate con los maos)», en Microfísica del poder, trad. J. Varela y F. Álvarez-Uría, Madrid, La Piqueta, 1992, p. 75
4 La naturaleza humana: justicia versus poder (Un debate), trad. L. Livchits, Bs. As., Katz Editores, 2006, p. 77.
5 Nos preguntamos qué entendieron de la obra de Heidegger esos doctorandos heideggerianos que utilizan la categoría de «recursos humanos», como si la humanidad fuera un recurso.
6 Foucault, M. La verdad y las formas jurídicas, trad. E. Lynch, Barcelona, Gedisa, 2003, pp. 104-5. Resaltamos. Y en Vigilar y castigar (trad. A. Garzón del Camino, Bs. As., Siglo XXI, 1989, pp. 189-90) escribe: «El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. […] En el corazón de los procedimientos de disciplina, manifiesta el sometimiento de aquellos que se persiguen como objetos y la objetivación de aquellos que están sometidos. La superposición de las relaciones de poder y de las relaciones
de saber adquiere en el examen toda su notoriedad visible. […] No es simplemente al nivel de la conciencia, de las representaciones y en lo que se cree saber, sino al nivel de lo que hace posible un saber donde se realiza la actualización política.»


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